Perros salvajes a la hora de la cena by Mary Pope Osborne

Perros salvajes a la hora de la cena by Mary Pope Osborne

autor:Mary Pope Osborne
La lengua: spa
Format: epub
editor: Lectorum Publications, Inc.


5

¡Fuego!

—¿Incendio forestal? —repitió Annie.

—Los bosques están tan secos que todo ha comenzado a quemarse. Tenemos que huir de aquí —dijo Jack.

—Pero no podemos dejar a Joey —agregó Annie.

—¡Lo llevaremos con nosotros! —dijo Jack.

—¿Pero qué va a pasar si la madre regresa a buscarlo y no lo encuentra? —preguntó Annie.

—No hay otra opción —respondió Jack.

Justo en ese instante se vio un kookaburra volando por el cielo.

Los emúes pasaron corriendo a toda velocidad.

El aire se ponía cada vez más espeso por el denso humo. ¡El fuego empezaba a propagarse rápidamente!

—¡Vamos! ¡Tenemos que llegar a la casa del árbol antes de que se queme! —dijo Jack.

—¿Hacia dónde tenemos que ir? —preguntó Annie.

—No estoy seguro —contestó Jack.

Las copas de los árboles estaban ocultas detrás de la espesa cortina de humo. A Jack le ardían los ojos.

—Olvídate de la casa —dijo—. ¡Alejémonos del humo! ¡Vamos!

Jack y Teddy empezaron a correr en dirección contraria. El pequeño canguro escondió la cabeza dentro de su escondite.

—Yo después te alcanzo. Tengo que buscar algo —dijo Annie.

—¿Qué dices? —preguntó Jack.

Pero Annie ya había salido corriendo en la otra dirección.

—¡Vuelve aquí! ¡Annieeee! —gritó Jack.

Las ramas crujían y se caían de los árboles. El humo comenzaba a cubrirlo todo.

—¡Guau! ¡Guau!

—¡Annie! —gritó Jack.

Jack empezó a ahogarse con el humo. Tosía y se frotaba los ojos. El aire estaba cada vez más caliente.

No tenía otra alternativa: tenía que correr.

—¡Guau! ¡Guau! —El ladrido de Teddy se oía hacia adelante.

—¡Date prisa, Annie! —Jack gritó desesperado. Luego corrió detrás de Teddy.

Avanzaba por el matorral dando traspiés por no ver nada. Todo lo que podía hacer era guiarse por los ladridos de Teddy. La mochila le pesaba cada vez más. La agarró con ambos brazos y siguió avanzando.

De pronto, oyó que su hermana lo llamaba.

Jack se detuvo.

—¡Aquí! ¡Aquí! ¡Estamos aquí! —gritó Jack—. ¡Ven! ¡Síguenos!

Annie apareció en medio de una nube de humo. Tosía sin parar y los ojos le lloraban.

¡Llevaba al koala en los brazos!

—¡Vamos! —gritó Jack—. ¡Sigamos a Teddy!

—¡Guau! ¡Guau!

Annie y Jack llevaban a Joey y al pequeño koala. Se abrían camino guiándose por los ladridos de Teddy.

Finalmente, llegaron a una roca enorme.

—¡Guau! ¡Guau!

Teddy estaba parado sobre una saliente. Detrás de él había una cueva.

A través del humo Jack casi no podía ver al perro.

Teddy volvió a ladrar y se internó en la cueva.

—¡Sigámoslo! —dijo Annie.



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